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lunes, 25 de junio de 2012

Rafael Higuera Reina, torturado y fusilado

La Sra. de Casares Quiroga en un Hospital de Sangre del frente Madrid. Estampa, 23.08.1936




El 13 de marzo de 1940, a las 7,00 de la mañana, cuando la ciudad de Jaén comenzaba a desperezarse, caía el cuerpo sin vida de Rafael Higuera Reina  tras una fuerte descarga cerrada de fusilería. No fue el único en ser asesinado en ese triste amanecer. Once jiennenses más, un industrial, un alpargatero, un albañil, un perito, dos agricultores, un campesino, un comerciante, un sastre, un maestro de taller y un corredor de aceites, cayeron maniatados cerca de la fosa 702 del cementerio de San Eufrasio, lugar donde yacen la mayoría de nuestros seres queridos masacrados por el fascismo más genocida que haya conocido España. Pocos días antes, un seis de febrero de aquel año, en las mismas tapias, con los mismos verdugos, fueron sacrificados en la pira de la barbarie y el irracionalismo más salvaje otros 16 porcunenses. ¡Cotidianidad!, el asesinato era una actitud cotidiana, diaria, sin retorno. A los pocos días, un 16 de marzo de 1940, la engrasada guadaña del matarife franquista volvía a actuar en el mismo lugar, asesinando a sangre fría a 14 personas, la mayoría oriundos de Torredonjimeno. En poco más de tres días, y casi un año después de haber finalizado la guerra, habían sido ajusticiados sin justicia alguna cerca de 30 personas en el cementerio de Jaén. ¡Sirvan como botón de muestra estos crímenes de lesa humanidad!. La victoria franquista, pese a los voceros neofascistas y demás revisionistas indocumentados, no trajo ni la paz, ni el alimento universal, ni la eliminación de la luchas de clases, y mucho menos el orden y el fin de la violencia. El argumento contrarrevolucionario con el que se justificó el golpe de estado en el verano de 1936, fue una argucia más para imponer la voluntad de un grupo privilegiado sobre la masa informe ciudadana. La militarada justificó su cuartelada en defensa del orden, contra el caos violento reinante y en defensa (que vendría después) de la fe católica. ¡El orden frente al caos, el comunismo, la masonería y la anti España!. Así, los defensores de la fe, los nuevos cruzados, siguieron y siguieron matando, provocando un caos y una violencia sin igual en la historia reciente de nuestro país. Con la victoria no llegó el orden y la paz, llegó más violencia, asesinatos, cárceles, hambre, epidemias, y el miedo, mucho miedo.

Pero volvamos a nuestro protagonista de hoy. Rafael Higuera Reina era uno de esos jóvenes de los años treinta que aprovecharon su estancia obligatoria en la milicia para reengancharse en ella, y así evitarle, de paso,  a su depauperada familia tener que alimentar otra boca más. No fue el único. Muchos jóvenes como él, al igual que hoy en día, se enrolaron en el ejército para conseguir un futuro mejor y escapar de paso de la miseria a la que son condenadas las familias de la prole. Rafael había nacido en Priego de Córdoba en 1914. Era uno de tantos que como jornalero deambulaban de un lugar a otro en busca de un jornal que le consolara el estómago. Se afincó en Porcuna, en la calle Velarde nº 5, casándose con Manuela, oriunda de estos lares, sin que dejasen descendencia.

Rafael Higuera Reina tenía 22 años cuando estalló la guerra. Se encontraba en Porcuna de permiso, sirviendo en el Regimiento nº1 de Wad-Ras, con destino en Madrid. A él se incorporó, desde la estación de Villa del Rio, el 2 de agosto de 1936, siendo asignado al 2º Batallón que comandaba Rafael Trigueros Sánchez-Rojas. En ese mes de agosto salieron en tren para Oropesa (Toledo), y de allí hasta Mesas de Ibor (Cáceres), para pasar más tarde al frente del Puente de Almaraz (Castañar de Ibor), donde estuvieron siete u ocho días restableciendo el orden quebrantado por los golpistas. Posteriormente volvería a El Escorial, con la mala fortuna de contraer una indigestión por el mal estado de la comida que afectó a todo el batallón, siendo detenidos, según él, todos los cocineros. Recuperados, salieron a los pocas jornadas para el frente de Peguerinos (Madrid), plaza que había sido ocupada por tropas marroquíes del ejército de África. Pocos días después, todavía en agosto, la población fue reconquistada para la República por las tropas que dirigía el legendario Modesto (Juan Modesto Guilloto León). En estos compases bélicos, Rafael Higuera fue herido en el pómulo izquierdo,  concediéndole  un permiso de “convaleciente” (sic) que disfrutó en Porcuna, siendo visitado en este tiempo por el médico local José Vázquez. Nos cuenta en su sumario que habló con Manuel Osuna, y le dijo que en El Escorial habían detenido a varios cocineros por una intoxicación. Recuperado de sus heridas, pocos días antes de ser “liberada” Porcuna por las tropas franquistas, regresó a su regimiento, siendo destinado al Batallón 857, de la 215 Brigada Mixta, del XX Cuerpo de Ejército Republicano, donde sirvió en los frentes de Teruel y Levante hasta el final de la guerra.

En Levante presumiblemente fue hecho prisionero tras la caída de los frentes de guerra. De allí,con toda probabilidad, fuese ingresado en un campo de concentración, hasta que fue clasificado y enviado a su localidad de acogida. A Porcuna llegó el 1º de junio de 1939, siendo el primero en recibirle el sargento de la Guardia Civil, el célebre Juan Rodríguez Rodríguez, que para nada le debió gustar que un militar profesional se mantuviese fiel a la República. Éste, aunque no firma el atestado de la detención, pero sí otros partes y documentos ese mismo día, consiguió de Rafael Higuera una confesión única y a la vez inaudita, es decir, de su puño y letra logró que firmase su autoinculpación en la comisión de cincuenta fusilamientos que supuestamente se realizaron en San Lorenzo de El Escorial en el año 1936. Además, como no eran pocos los crímenes, llegó a confesar también que había sido el jefe del pelotón de fusilamiento de otra persona más. Total: 51 asesinatos, que curiosamente coincide con los 51 agustinos fusilados en Paracuellos del Jarama por las milicias obreras. En El Escorial,según las fuentes consultadas por nosotros, no se produjo ningún asesinato por parte republicana; sí detenciones entre la comunidad religiosa, como veíamos anteriormente. Ni que decir tiene, que los supuestos crímenes cometidos por nuestro prieguense los consiguió el sargento de la Guardia Civil bajo coacción y tortura, tónica ésta última bastante común como hemos tenido ocasión de comprobar en varias entrevistas a descendientes de represaliados.


Iglesia de Jesús, antigua cárcel de posguerra
Iglesia de Jesús (Porcuna), convertida en cárcel habilitada durante la posguerra.

En el procedimiento sumarial abierto a nuestro vecino por el Juzgado Militar nº 25 de Porcuna, el mismo 20 de junio, fecha de su detención, en ningún momento consta documento alguno o relación nominal de los supuestos asesinatos cometidos en San Lorenzo de El Escorial. Tampoco aparecen los informes preceptivos de las autoridades militares, civiles y religiosas madrileñas; y menos aún declaración de testigo alguno. En suma, ningún indicio, salvo su propia autoinculpación, demostró que en el santo lugar se cometiera asesinato alguno. De hecho, en el primer informe rubricado por el alcalde de la época el 26 de junio, se dice que Rafael Higuera Reina “es desconocido en la ciudad”. Por el contrario, jornadas más tarde el Jefe Local de Falange y varios testigos ratifican los hechos contados por la Guardia Civil, sin entrar en otros detalles. Rafael fue de nuevo interrogado por el juez militar, narrandole a éste lo evidente, que él nunca participó en asesinato alguno, y que si firmó su autoinculpación fue por las coacciones y golpes propinados por la Guardia Civil en las caballerizas del cuartel. Sus testigos de descargo, el  médico José Vázquez Alonso, dice que lo “atendió clínicamente, pero que no puede opinar sobre su conducta político-social” y a Manuel Baudet López,  no se le tomó declaración, ni nadie se preocupó por buscarlo.

Sin justicia, sin ninguna garantía procesal, vejado y torturado en el cuartel de la Guardia Civil y en la Iglesia de Jesús, el soldado Rafael Higuera Reina, se personó ante tribunal militar constituido en la plaza de Porcuna un 24 de agosto de 1939. Cincuenta porcunenses, hombres y mujeres, como si del juicio final se tratase, fueron condenados aquel día en Porcuna. Presidía la pantomima judicial Antonio Escobedo Góngora, que solicitó para el procesado la pena de MUERTE por un delito de rebelión militar con agravantes y las responsabilidades políticas que correspondiesen. El 16 de octubre de 1939, el auditor de guerra en Sevilla aprobaría la sentencia.


Francisco Bohórquez Vecina, auditor de guerra en Andalucía durante la guerra y la posguerra
Francisco Bohórquez, el auditor de guerra al servicio de Queipo de Llano.

El 13 de marzo de 1940, ya en la prisión provincial de Jaén, le notificaron la sentencia a nuestro desdichado joven. Éste se negó a firmarla, como si con ello pudiese aún evitar la pena capital. Entró en Capilla a las 6,30 de la mañana para recibir los “auxilios espirituales” del cura de la prisión, el mismo que lo acompañaría a las tapias del cementerio para darle la extremaunción y confirmar su defunción.

A Manuela, su esposa, se la vio deambular por las calles de Porcuna con lágrimas en los ojos, peinaba moño atado y vestía de luto. Aunque era joven, muy joven, parecía una anciana de setenta años, los mismos que le habían arrebatado a su asesinado esposo. 


S.T.T.L

FUENTE:

- Sumario 2.851, legajo 83/3.323 Guerra Civil de Rafael Higuera Reina. Archivo del Tribunal Militar Togado Territorial Segundo de Sevilla. Consultado en junio de 2012.




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1 comentario:

  1. se te da bien contar historias y de los hechos en que te basas no puedo contradecirte porque no tengo ni pajolera idea y tampoco me interesan.Pero qisiera decirte que si una ideologia llega a carcomer tanto a la gente y radicalizarla hasta el punto de ver a los tuyos los buenos y los del frente los malos y encima darle ese toque de rabia y radicalizado.Lo tuyo es para un especialista en medicina mental tampoco se la especialidad pero cercano a la que estudie la demencias y las paranollas.
    Si solo se queda en adornar una historia y literalizarla pues eres de verdad muy bueno para conseguir cerrar esas heridas de que tanto alardeas(pienso que ese no es el camino alla tu ).La verdad que eres muy bueno contando historias podrias reescribir los episodios nacionales como Benito Perez pero como los tuyos son sobre la desmemoria los podias llamar los episodios radicales.
    ESPERO NO LO TOMES A MAL SOLO DARTE UN TOQUE DE ATENCION NADA MAS.
    Pdt: LO del moño deambulando por las calles me ha gustado mucho una imagen de pelicula italiana de posguerra.

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