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martes, 24 de abril de 2012

Antonio Heredia Santiago, muerto por lepra en Fontilles


Padres jesuitas en la leprosería de  Fontilles
Mi nombre es Antonio Heredia Santiago, y mis convecinos me apodaron “el de Por Dios”, expresión que utilizo siempre cuando algo me parece exagerado o no estoy de acuerdo con ello. Hoy estoy de nuevo en Porcuna, el pueblo que me vio nacer en 1891. Hoy estoy entre vosotros y con vosotros, y mis compañeros y compañeras inscritos en este cenotafio han querido que cuente mi historia, una de las tantas que podríamos contar, en representación de la tragedia que sufrimos los republicanos españoles.


Como he dicho, nací en Porcuna, en la calle de San Cristóbal, en el seno de una familia humilde. Fui jornalero sin tierra, al igual que tantos cientos de trabajadores de aquellos años. En Porcuna no hubo demasiados caciques o patronos, pero la tierra, aunque repartida, no daba para comer todo el año a tantas familias como estábamos. ¡ Aún recuerdo la mortandad tan grande entre los niños por falta de alimento!. Tampoco había trabajo todo el año, y pasábamos largas temporadas en paro forzoso, sin más sustento que la beneficiencia, la caza menor o los hurtos de subsistencia en las tierras incultas por los señoritos. Los jornales, cuando cobrábamos de los patronos, eran bajos, miserables, y apenas llegábamos a las tres pesetas y media trabajando de sol a sol; cuando una familia media de la época de cuatro personas, necesitaban diariamente entre seis y siete pesetas para comprar productos básicos como el pan, leche, huevos, aceite, tocino, garbanzos, patatas y azúcar. La carne, aunque existía, era bocado de unos pocos, pues su precio estaba a 5,50 pesetas el kilo. 

La vida que nos tocó vivir fue dura, demasiado dura. Con todo, también tuvo sus alegrías, como cuando contraje matrimonio con Benita Montilla Ruano, con la que tuve tres hijos preciosos, a los que me costó alimentar.


Aún recuerdo con orgullo las huelgas y manifestaciones en Porcuna de los años 1918,19 y 20. Todos los obreros y campesinos salimos a las calles y los campos a mostrar nuestra indignación por la precariedad de la vida, los bajos salarios, el hambre, y el reparto de tierra. Cientos de asalariados nos apuntamos al sindicato de la UGT y a la Casa del Pueblo. Las revueltas, por lo menos, sirvieron para reducir la jornada laboral a 8 horas diarias; al igual que ya habíamos conseguido el descanso dominical. 


La dictadura de Primo de Rivera trajo tranquilidad al pueblo, proyectándose varias obras públicas que mitigaron el paro obrero, y pudimos compaginar el trabajo en la obra con la siega y la recogida de aceituna. Yo me impliqué cada vez más en política, al igual que toda la clase obrera. Nos reuníamos en la Casa del Pueblo que hizo grandes cosas por las familias humildes. Se creó una pequeña biblioteca; se organizaban teatros, bailes, conferencias y todo tipo de actos relacionados con la alfabetización del pueblo. De hecho, se creó una escuela nocturna regentada por Rafael Montilla García, líder socialista ya en aquellos años, a la que íbamos los trabajadores por la noche, después de faenar en el campo. Gracias a él, y otros compañeros como Cobo Aguilera, Lendínez, … a finales de los años 20, se llegó a firmar con la patronal una de las mejores bases del trabajo de la provincia, consiguiéndose un aumento considerable de los salarios por siega y era, la pernoctación y manutención en los cortijos. Se consiguió establecer la edad mínima de los trabajadores en 14 años, los que nosotros llamábamos los “zagalones”; y se consiguió que la patronal respetase nuestros días de huelga. Aunque por desgracia el salario de la mujer (2 pesetas) era más bajo que el del hombre (5 pesetas), se consiguió también un pequeño aumento. Todo, en suma, parecía mejorar. Éramos conscientes de nuestra fuerza, de la unión de la clase obrera.

Recuerdo también la llegada de la República a Porcuna tras las elecciones del 12 de abril de 1931, y la huida del rey a Francia. Republicanos y socialistas unidos conseguimos en Porcuna una victoria histórica contra los partidos conservadores y monárquicos. Catorce fueron los concejales que obtuvo la coalición, por cinco, los liberales y la clase patronal. Fueron años de ilusiones puestas en las reformas del gobierno. Nosotros queríamos más, queríamos la tierra, queríamos trabajarla todos juntos y poder repartir sus productos entre nuestras gentes. Aún así, las reformas eran insuficientes, y la república tenía demasidos enemigos. Yo mi impliqué más y más en el sindicato de UGT, y de hecho ejercí como presidente de la Casa del Pueblo durante seis meses en 1932.

El pronunciamiento militar del 18 de julio nos cogió segando y sacando trigo en las eras de la campiña. Si os digo la verdad no nos pilló por sorpresa el golpe. Nuestras organizaciones políticas y sindicales nos estuvieron informando desde la primavera de 1936 del ruido de sables de los militares y la intención de derribar al gobierno del Frente Popular salido de las urnas del mes de febrero. Ese mismo día se declaró la huelga general en Porcuna, el arma de los pobres. Todos los trabajadores dispersos por los campos o practicando su oficio en el pueblo, se concentró alrededor de la Casa del Pueblo a la espera de noticias. La Guardia Civil, odiada históricamente, intentó apagar todas las luces de Porcuna, pero dos guardias, afiliados a las Juventudes Socialistas Unificadas, abortaron la intentona golpista. Se organizó el Comité Local del Frente Popular, que a su vez se ramificó en otros muchos, el Defensa, Abastecimiento, Refugiados, … Se registraron las casas de los señoritos, les recogimos las armas y le incautamos los alimentos. Muchos fueron los que aquellos días comieron jamón y carne por primera vez. El pueblo, enfurecido, quemó los santos de las Iglesias, pese a la oposición frentepopulista del Ayuntamiento y los intentos baldíos de poner orden la guardia municipal. Los derechistas más significativos fueron detenidos y trasladados a Jaén. Otros, quedaron encerrados en la Sacristía de la Iglesia Parroquial.

Interior de la Sacristía de la Parroquia de Porcuna
Sacristía de la Iglesia de la Asunción (Porcuna), usada como presidio de derechistas


 Los días siguientes son de incertidumbre. Los diputados a Cortes, Peris Caruana y López Quero pasan por Porcuna reclutando milicianos para los frentes de Córdoba. Los cortijos de el Zahan, La Ventilla, El Zurraque o Lora son incautados por disposición gubernamental. Cientos de obreros agrícolas nos instalamos allí. Los meses van pasando, y el golpe militar deja a España dividida en dos. En septiembre, una cuerda de presos derechistas de la localidad camino de Jaén, son ajusticiados arbitrariamente. En octubre el pueblo está tomado por miles de refugiados que huyen de los combates del frente de Córdoba. En Porcuna campan a sus anchas los mineros de Linares y La Carolina. Se cometen excesos y el Frente Popular se ve desbordado por los acontecimientos. Aunque se han habilitado las iglesias y conventos como refugios para la población huida, el abastecimiento es insuficiente y los más débiles mueren como moscas en los rincones de la población. Yo me afilio al Partido Comunista, en alza en esos meses, haciendo guardias con una escopeta en el Ayuntamiento y portillos de la población. 


Los refugiados nos cuentan las atrocidades que están cometiendo los fascistas en los pueblos conquistados. En Baena, cuentan, han sido asesinados más de 700 personas en varios días. Los ánimos se crispan, y aparecen de vez en cuando derechistas asesinados en cunetas y campos.


Diciembre será un mes triste para todos nosotros. El 14 de ese mes Porcuna sufre el bombardeo de la aviación fascista. Entre los escombros encontramos varios cadáveres. Al día siguiente nos enteramos de que habían sido asesinados en el cementerio local varios derechistas, algunos de ellos republicanos. Los bombardeos se suceden y la población comienza a dispersarse por campos y cortijos. La ofensiva de los regulares, temidos en la población, provocaron la huida de más de 7.000 porcunenses hacia territorios menos hostiles. El 25 de diciembre huyo hacia Torredonjimeno con mi familia. En Lopera se están produciendo duros combates entre los fascistas y la XIV Brigada Internacional. En el vecino pueblo me entero que Porcuna ha sido tomada por los llamados nacionales, ¡como si nosotros no lo fuésemos!, y que la misma fue tomada a sangre y fuego, precedida de duros bombardeos de aviación. Escombros y aplicación inmediata del bando de guerra fueron las consecuencia. Las tapias de Córdoba se llenan de cadáveres.


Antiguo ejido de San Sebastián (Porcuna)
Antiguo ejido de San Sebastián. Al fondo la iglesia de Jesús, prisión de posguerra

El frente por fin se estabiliza. Yo marcho a Jaén, donde paso a trabajar en labores agrícolas. Luego me nombran Delegado Social Obrero en el Instituto de Reforma Agraria, como representante del PCE. Allí permanezco toda la guerra hasta el golpe del Coronel Casado, siendo encarcelado por nuestros hermanos de armas en la provincial de Jaén. La guerra finaliza y allí estoy yo, en la cárcel cuando llegan los primeros falangistas.


Pocos días después soy trasladado a Porcuna, en concreto un 12 de abril, para que fuesen las nuevas autoridades franquistas las que juzgasen mi destino final. Tras pasar por el cuartel de la Guardia Civil y el cálido recibimiento ofrecido en los despachos de falange, fui trasladado al campo de concentración de Santiago de Calatrava, o quizás Higuera de Calatrava, no lo recuerdo, la verdad. Allí, junto a cientos de paisanos míos malvivimos como pudimos, con una lata de sardinas para tres presos. Un día se presentaron falangistas de Porcuna e hicieron una cuerda con nosotros, trasladándonos a la Iglesia de Jesús, prisión habilitada de manera improvisada por las autoridades franquistas. Mi familia se desvivió por mí durante mi estancia en esa cochinera. Todo lo que tenían nos lo trajeron para hacer más liviana nuestra estancia. Aún así, las condiciones eran penosas, ya que a los malos tratos, las torturas y el sadismo practicado por nuestros guardianes, tuvimos que añadir una epidemia de sarna. Vi  muchos muertos en aquella inmensa pocilga convertida en cárcel.


Fui juzgado por urgencia y sumarísimamente en marzo de 1940 en la plaza de Jaén, prestando declaración solo dos veces y sin abogado defensor. Nunca negué mi pertenencia a la UGT y al Partido Comunista, pero sí que hubiese tomado parte en delitos contra las personas o las imágenes reliogiosas. Me condenaron por ideas políticas, por pertenencia a la clase obrera, por querer un mundo mejor para los míos. Fui condenado a cadena perpetua por un delito de adhesión militar, cuando fueron ellos, pistola en mano quienes se rebelaron contra el gobierno legítimo del pueblo.



Talleres en el interior de Fontilles


Así comenzó un nuevo calvario para mí, lejos de mi familia, pasando por las prisiones de Jaén, Burgos, Celanova y Alicante. ¡Era lo que llamábamos el turismo carcelario!. En Celanova, en sus malditas minas, cogí la lepra y fui trasladado de inmediato al “sanatorio” leproso, por llamarle de alguna manera, de Fontilles, en Alicante. Allí, en las condiones más infrahumanas que el género humano se pueda imaginar, encontré la muerte un 7 de diciembre de 1946, sin saber muy bien dónde me encuentro enterrado. Dejé viuda y tres hijos, que nunca sabré que fueron de ellos. Y todo, y digo bien, comenzó un 18 de julio.


Finalmente, para terminar, en nombre de todos los nombres, quisiera agradecer vuestra presencia en este sencillo, pero emotivo acto, donde espero que a través de vosotros, los vivos, tengamos voz los sin voz, y podamos siempre estar agradecidos a aquellos que buscan la verdad, la justicia y la reparación. 




Texto leido por Juan Pérez Montilla el 21 de abril de 2012 en la inauguración de cenotafio con 51 víctimas nuevas en el cementerio de Porcuna.


FUENTES: 


- Consejo de Guerra Sumaríamo y de Urgencia de Antonio Heredia Santiago. Archivo Militar Tribunal Territorial Segundo de Sevilla. Sumario 40.677, Legajo 118/4.951.
- Partida de defunción de Antonio Heredia Santiago. Registro Civil de Vall de Laguart (Fontilles, Alicante).
- Partida de nacimiento de Antonio Heredia Santiago. Registro Civil de Porcuna (Jaén).
- Cobo Romero, Francisco (1992): Labradores, campesinos y jornaleros. Colección Díaz del Moral. Ayuntamiento de Córdoba. P. 173.
- Las Fotografías de Fontilles están capturadas de su web.






Apartado de correos nº 47-23790. Porcuna (Jaén)
nombresporcuna@gmail.com

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