Cinco hombres cumplieron condena carcelaria por hurto; cinco hombres hambrientos volvían a poner en práctica "la resistencia campesina cotidiana",
de la que hablese J.C. Scott; o lo que es lo mismo, si el capital y el
mercado me condenan a subsistir y malvivir, nosotros, miserables todos,
ponemos en práctica la resistencia contra el sistema a través de la
falsa sumisión, la ratería, el furtivismo, la ignorancia fingida, la
calumnia, el robo, el incendio, el sabotaje, la deserción, ... Los
pobres, que carecen de armas, ponen en práctica otros mecanismos de
autodefensa, de cohesión social entre iguales para enfrentarse a las
leyes y a la clase dominante.
He aquí un botón de muestra.
He aquí un botón de muestra.
Manuel Barea Fernández fue un trabajador esclavo para el régimen franquista. Condenado por perder la guerra fue ingresado en prisión, y luego, para redimir su condena, fue ingresado contra su voluntad en las Colonias Penitenciarias Militarizadas, construyendo su propio barrio en Bellavista (Sevilla) y trabajando de sol a sol en el Canal del Bajo Guadalquivir (Los Merinales), faraónico proyecto de irrigación de un régimen megalómano, donde numerosos terratenientes sevillanos
transformaron sus latifundios de secano en tierras de regadío y se
construyeron varios poblados de colonización.
Fue puesto en "libertad" condicional en 1945, en esa inmensa prisión que era España, dejando seis años de su preciada existencia como consecuencia de la particular "reforma laboral" de Franco. Como otros muchos, fijó su residencia en esta barriada de libertos, siendo contrado como "obrero libre" (pues antes fue esclavo!!!), hasta que en 1947 decide "hacer fortuna" por cuenta propia.
La vida no le tuvo que ser fácil. El hambre y la miseria, utilizado siempre como estoque antirrepublicano, ahora era la viva imagen de un régimen que se declaró autárquico ante la belicosidad de las Naciones Unidas de posguerra. Así, por hambre, comenzó Manuel con el estraperlo, y dónde mejor que ponerlo en práctica que en la propia colonia de Dos Hermanas, prisidio bien conocido, para hacer de intermediario entre el hurto y la venta de un poco de alambre en la Sevilla que fue de Queipo de Llano. Todo había ido bien hasta el momento. Varios expresidiarios, en connivencia con el guarda nocturno, también exreo, permitía el robo de pequeñas cantidades de hierro de los almacenes de la gran colonia penintenciaria. Todo fue bien, como decíamos, hasta que un día todo se torció, y el robo de subsistencia (como diría Francisco Cobo Romero), se convirtió de nuevo en prisión, pues sus "traperos" fueron sorprendidos por la Guardia Civil de escolta de la Colonia, que sin tapujo alguno hicieron tres disparos de fusil sobre los que huían. Los "migueletes" desarticularon toda la red de contrabando, incluyendo proveedores, enlaces, encubridores, ... y beneficiarios. Solo hizo falta "apretarle las tuercas" al único detenido de aquella noche, un joven de 19 años, Salvador Carmona Martínez, natural de Lora del Río, para que todo el entramado se viniera abajo. Las detenciones se sucedieron ininterrumpidamente durante varios días; y aunque Manuel huyó, la caza del hombre hambriento había comenzado.
En esta historia estuvo implicado un paisano nuestro, Rafael Villa Corpas, que al igual que Manuel, es decir, esclavo, fijó su residencia en Bellavista, trabajando de guarda nocturno en la Colonia y haciendo de paso la vista gorda a los pequeños hurtos que se cometían por allí. De nuevo, Rafael, tras haber sido condenado a 30 años de reclusión por un delito de adhesión a la rebelión, fue ingresado en prisión un 17 de septiembre de 1948. Salió de la misma el 25 de diciembre de 1948, fijando su residencia de nuevo en la popular barriada sevillana, teniéndose que presentar a las autoridades militares una vez a la semana.
Pero Rafael, harto quizás de mendigar por ahí, y con su esposa, Cecilia Bellido del Pino, esperando un hijo, huyó de nuevo. Primero a Porcuna y después a Madrid, donde tras orden de búsqueda y captura, fue apresado en la capital el 17 de mayo de 1949. Allí pasó algunos meses recluido hasta que fue traladado a la prisión provincial de Sevilla el 24 de julio de ese año. El dos de noviembre de 1949, previa instancia de Rafael, el Auditor de Guerra deniega el indulto a nuestro paisano, y por tanto, su puesta en libertad, pese a que el delito de hurto ya lo había pagado con creces estando más de seis meses en prisión.
El 30 de noviembre de 1949 se constituyó en la plaza de Sevilla el consejo de guerra, que ya no era de urgencia, si no ordinario, pero de guerra, condenando a seis meses de prisión a Salvador Carmona Martínez, Manuel Soriano Bayona, y Manuel Rodríguez Reina, por un delito de hurto. A nuestro paisano, Rafael Villa Corpas, acusado de encubridor, fue condenado a la pena de seis meses de arresto mayor y a la multa de 2.000 pesetas, "que caso de insolvencia le será sustituida por dos meses de arresto". Además, tendría que pagar 4,51 pesetas a la Caja de la Agrupación de Colonias Penitenciarias Militarizas de Dos Hermanas, por el importe de las gavillas de hierro no recuperadas por la Guardia Civil. Aunque Rafael había cumplido sobradamente la pena impuesta, siguió en prisión al no poder hacer frente al pago de la multa impuesta, pues todos los informes solicitados sobre la capacidad económica del encartado, daban como resultado una extrema pobreza y el llanto continuado de su esposa. Así, de esta manera, Rafael siguió en prisión hasta finales de diciembre de 1949, en el que se le concedió la libertad provisional; aunque la multa de 2.000 pesetas aún no había prescrito, por lo que en el caso de impago, tendría que pasar otros dos meses más en la cárcel. Marchó a Porcuna, donde se encontraba en mayo de 1950. ¡Sobrevivir!, esa fue la máxima de gente como Rafael.
Fue puesto en "libertad" condicional en 1945, en esa inmensa prisión que era España, dejando seis años de su preciada existencia como consecuencia de la particular "reforma laboral" de Franco. Como otros muchos, fijó su residencia en esta barriada de libertos, siendo contrado como "obrero libre" (pues antes fue esclavo!!!), hasta que en 1947 decide "hacer fortuna" por cuenta propia.
La vida no le tuvo que ser fácil. El hambre y la miseria, utilizado siempre como estoque antirrepublicano, ahora era la viva imagen de un régimen que se declaró autárquico ante la belicosidad de las Naciones Unidas de posguerra. Así, por hambre, comenzó Manuel con el estraperlo, y dónde mejor que ponerlo en práctica que en la propia colonia de Dos Hermanas, prisidio bien conocido, para hacer de intermediario entre el hurto y la venta de un poco de alambre en la Sevilla que fue de Queipo de Llano. Todo había ido bien hasta el momento. Varios expresidiarios, en connivencia con el guarda nocturno, también exreo, permitía el robo de pequeñas cantidades de hierro de los almacenes de la gran colonia penintenciaria. Todo fue bien, como decíamos, hasta que un día todo se torció, y el robo de subsistencia (como diría Francisco Cobo Romero), se convirtió de nuevo en prisión, pues sus "traperos" fueron sorprendidos por la Guardia Civil de escolta de la Colonia, que sin tapujo alguno hicieron tres disparos de fusil sobre los que huían. Los "migueletes" desarticularon toda la red de contrabando, incluyendo proveedores, enlaces, encubridores, ... y beneficiarios. Solo hizo falta "apretarle las tuercas" al único detenido de aquella noche, un joven de 19 años, Salvador Carmona Martínez, natural de Lora del Río, para que todo el entramado se viniera abajo. Las detenciones se sucedieron ininterrumpidamente durante varios días; y aunque Manuel huyó, la caza del hombre hambriento había comenzado.
En esta historia estuvo implicado un paisano nuestro, Rafael Villa Corpas, que al igual que Manuel, es decir, esclavo, fijó su residencia en Bellavista, trabajando de guarda nocturno en la Colonia y haciendo de paso la vista gorda a los pequeños hurtos que se cometían por allí. De nuevo, Rafael, tras haber sido condenado a 30 años de reclusión por un delito de adhesión a la rebelión, fue ingresado en prisión un 17 de septiembre de 1948. Salió de la misma el 25 de diciembre de 1948, fijando su residencia de nuevo en la popular barriada sevillana, teniéndose que presentar a las autoridades militares una vez a la semana.
Pero Rafael, harto quizás de mendigar por ahí, y con su esposa, Cecilia Bellido del Pino, esperando un hijo, huyó de nuevo. Primero a Porcuna y después a Madrid, donde tras orden de búsqueda y captura, fue apresado en la capital el 17 de mayo de 1949. Allí pasó algunos meses recluido hasta que fue traladado a la prisión provincial de Sevilla el 24 de julio de ese año. El dos de noviembre de 1949, previa instancia de Rafael, el Auditor de Guerra deniega el indulto a nuestro paisano, y por tanto, su puesta en libertad, pese a que el delito de hurto ya lo había pagado con creces estando más de seis meses en prisión.
El 30 de noviembre de 1949 se constituyó en la plaza de Sevilla el consejo de guerra, que ya no era de urgencia, si no ordinario, pero de guerra, condenando a seis meses de prisión a Salvador Carmona Martínez, Manuel Soriano Bayona, y Manuel Rodríguez Reina, por un delito de hurto. A nuestro paisano, Rafael Villa Corpas, acusado de encubridor, fue condenado a la pena de seis meses de arresto mayor y a la multa de 2.000 pesetas, "que caso de insolvencia le será sustituida por dos meses de arresto". Además, tendría que pagar 4,51 pesetas a la Caja de la Agrupación de Colonias Penitenciarias Militarizas de Dos Hermanas, por el importe de las gavillas de hierro no recuperadas por la Guardia Civil. Aunque Rafael había cumplido sobradamente la pena impuesta, siguió en prisión al no poder hacer frente al pago de la multa impuesta, pues todos los informes solicitados sobre la capacidad económica del encartado, daban como resultado una extrema pobreza y el llanto continuado de su esposa. Así, de esta manera, Rafael siguió en prisión hasta finales de diciembre de 1949, en el que se le concedió la libertad provisional; aunque la multa de 2.000 pesetas aún no había prescrito, por lo que en el caso de impago, tendría que pasar otros dos meses más en la cárcel. Marchó a Porcuna, donde se encontraba en mayo de 1950. ¡Sobrevivir!, esa fue la máxima de gente como Rafael.
Pero, ¿qué fue de Manuel Barea Fernández?. Manuel logró eludir el cerco de la guardia civil y huyó, primero a Huelva, donde se encontraba su mujer; luego, ... el silencio. Durante casi cuatros años fue declarado en rebeldía, hasta que el peso de la justicia franquista cayó sobre él, siendo detenido en Madrid e ingresado de inmediaro en la prisión de Carambachel en abril de 1953. El 19 de septiembre de 1953 es trasladado a Sevilla, siendo recluido. Por el delito de hurto y encubrimiento, el fiscal militar pidió una pena de 3.000 pesetas de multa, o en caso de insolvencia, 3 meses de prisión. El 9 de noviembre de 1953 consiguió el iliturgitano su libertad, abonando con creces su multa con varios meses de cárcel.
El hierro robado con un burro y un carro fueron 2.718 kilos, según la guardia civil, de los cuales fueron recuperados 2.700 kilos. Su valor, según informe pericial, ascendía a 4.975, 94 pesetas.
Los mejores años de la vida de estos jóvenes se les había había consumido entre cárceles, trabajo esclavo, hambre, enfermedades y pobreza generalizada. Once años después del final de la contienda incivil del 36, las secuelas del golpe de estado militar seguía ajustando las cuentas a aquellos que perdieron la contienda.
Declaración de insolvencia de Rafael Villa Corpas |
El Canal de los Presos
FUENTES:
- Sumario nº 57.893, legajo 933/25.249 sobre Rafael Villa Corpas. Archivo Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla.
- Causa 873/48, legajo 672/9.727 sobre Rafael Villa Corpas, Salvador Carmona Martínez, Manuel Soriano Bayona, Manuel Rodríguez Reina y Manuel Barea Fernández. Archivo Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla.
- ACOSTA BONO, G et alii (2004): El canal de los presos (1940-1962). Trabajos forzados: de la represión política a la explotación económica. Barcelona. Ed. Crítica.
- SCOTT, J (1986): "Everyday forms of Peasant Resistance", en Journal of Peasanta Studies, nº 2, citado en la obra de COBO ROMERO, FRANCISCO (1992): Labradores, campesinos y jornaleros. Córdoba, colección Díaz del Moral, p. 28.
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