ISIDRO VALDIVIA SÁNCHEZ,
“Valdivia el Camarero”.
El primero de abril de 1939 volvía Isidro Valdivia Sánchez de Jaén a su pueblo natal, Porcuna. Venía con lo puesto, un hatillo al hombro y una guerrera deshilachada otrora perteneciente a un batallón de obras y fortificaciones número 19 de Jaén. En él ingresó el uno de julio de 1937, tras abandonar su casa por miedo a los bombardeos franquistas. En él, y en la capital, pasó el transcurso de la guerra ejerciendo su profesión como carpintero.
Prisión provincial de Jaén poco antes de su derribo
No sabemos si le dio tiempo a ver a su familia o a buscarla. Estaba casado, aunque desconocemos por el momento a su esposa, y era hijo de Francisco y de Carmen. Este hombre de 42 años de edad fue detenido ese mismo día por elementos de la Falange local, quizás en su propia casa en la calle Velarde nº 1.
No corrían buenos tiempos. Los días postreros al final de la guerra desataron entre los vencedores una especie de paranoia colectiva de odios y venganzas personales. Francisco volvió sin miedo, no tenía en su haber ningún delito digno de mención salvo el haber hecho refugios antiaéreos y otros trabajos de protección a la población civil jiennense. No lo pensaron así los que lo detuvieron. Quién sabe, quizás tenían alguna deuda pendiente con este hombre cuarentón que militó en Falange Española desde mayo de 1934 hasta julio de 1936. ¡Curioso, ¿no?!. Creemos que no. La verdad sea dicha fue muy frecuente, demasiado frecuente, que los comunistas se pasaran a la Falange o la CEDA; y éstos últimos a los grupos de izquierdas más “revolucionarios”, sobre todo los jóvenes, que engrosaron con creces las Juventudes Socialistas Unificadas, amalgama de comunistas y socialistas. Pues eso, que en julio de 1936 Isidro Valdivia Sánchez, apodado “Valdivia el Camarero” (quizás por su profesión, aparte de las carpintería) dejó Falange de Porcuna, y algunos antiguos compañeros parace que no le perdonaron la “traición”. Fue detenido, y como en Porcuna por esa fechas aún no había un “orden carcelario” creado, lo trasladaron de inmediato a la prisión provincial. Una vez allí, digámoslo de forma cinematrográfica, cerraron las puertas y tiraron la llave. ¿Cuál fue la causa o el delito de su detención?. No lo sabemos, pero todo apunta a las rencillas personales con sus antiguos camaradas de partido.
Isidro pasó siete meses en la cárcel de Jaén antes de ver al juez instructor de su causa. No era un juez como lo entendemos hoy en día, era un juez de horca y cuchillo, era el capitán Miguel Cruz Cuenca, que de conocimientos jurídicos no tenía ninguno, salvo la aplicación del código militar. El oficialato de posguerra estaba ocioso y como las cárceles de Jaén estaban a rebosar de “rojos” y “no tan rojos”, los jueces instructores fueron elegidos entre estos oficiales de bajo rango, que a su vez eran juez y parte, y para que no quedase duda de su coraje, tesón, y amor a la Patria (con mayúscula, claro está), también dirigían en sus horas extraordinarias los piquetes de ejecución en el cementerio de San Eufrasio. Fue este capitán el que comenzó las diligencias sobre Isidro, y el que pidió los correspondientes informes a las autoridades locales de Porcuna; acusando a nuestro soldado de “obras y fortificaciones” de un delito de rebelión militar.
El alférez veinteañero Jose Escobedo Ruiz
El 7 de octubre es interrogado y al margen de su lugar de nacimiento y filiación personal, dice ante las preguntas del juez:
Perteneció a Falange Española desde mayo 1934 hasta julio de 1936, no habiendo pertenecido a ningún sindicato.
No ha desempeñado ningún cargo de carácter público.
Que ha ingresado en el Ejército Rojo, Batallón de Obras y Fortificaciones nº 19 como voluntario el 1 de julio de 1937, habiendo sido cabo, siempre en Jaén.
No ha intervenido en actos de propaganda política o social, ni tomado parte en huelgas ni actos revolucionarios.
Que no ha tomado parte en robos, saqueos, detenciones, malos tratos o asesinatos.
De su conductan pueden deponer Pedro Herrera Corpas y José Herrero Torres, concejal derechista en 1934 y 1936.
Que fue detenido el 1 de abril de 1939 por elementos de Falange de Porcuna, pero que desconoce la causa de la detención.
A partir del 7 de octubre de 1939 comienzan a llegar al juzgado de instrucción militar los informes solicitados por el juez de Porcuna; informes, por otro lado, escuetos, lacónicos, poco menos de una cuartilla de papel, porque ante todo, se pide brevedad y concisión. Reproducimos a continuación lo más destacable de los informes:
7-10-39. La Guardia Civil de Porcuna dice que pertenecía a los partidos de derechas. Al surgir el Movimiento fue enviado por el Frente Popular, por su oficio de carpintero, a destruir el órgano de la iglesia parroquial y los retablos del convento de las monjas.
8-10-39.- El párroco, Ramón Anguita, dice que venía de partidos de derechas, luego se hizo de izquierdas haciendo mucha propaganda a favor de los socialistas; tomó parte en la destrucción del órgano de la iglesia parroquial y de los retablos de la misma
13-10-39. El alcalde, Benito Garrido Palacios, dice lo mismo que el párroco, apuntando que fue uno de los jefes de la colectividad de zapateros (sic).
25-10-39. Miguel Osuna Luque, testigo de sobrada confianza, dice que pertenecía a la Casa del Pueblo, y que se hizo miliciano voluntario, tomando parte en la destrucción de imágenes religiosas.
26-10-39. Benito Pérez Montilla, otro de los testigos más solventes de la época, dice que pertenecía a la derecha con anterioridad al Movimiento, luego se hizo de izquierdas e intervenido en la destrucción de imágenes reliogiosas.
30-10-39. El Jefe de Falange, Javier Morente, concejal interino en 1934, dice que pertenecía a la Casa del Pueblo con anterioridad al golpe. Después no se significó en política, ni se conoce que haya participado en ningún hecho delictivo.
Y hasta aquí las pruebas periciales practicadas, salvo algún informe proveniente de Jaén capital de los órganos de orden público de la época; más la declaración de los testigos de descargo, que pese a su influencia en el nuevo orden engendrado, poco o nada hicieron por Isidro. Al calor de una mesa camilla, o quizás en la esquina de una taberna, el sargento de la Guardia Civil, el párroco, el alcalde, el jefe de falange y los dos testigos de solvente capacidad por su pertenencia a Falange, pusieron sobre la mesa, entre cañas de vino amontillado, las razones y acusaciones sobre nuestro reo. Aunque todos coinciden básicamente en lo mismo, sin duda, el rigor, o quizás la resaca, no los dejó ver con claridad, pues se confunden – y este no es el caso más llamativo- las churras con las merinas. Por ejemplo, el sargento dice que por su oficio de carpintero, el Frente Popular lo mandó a destruir el órgano de la Iglesia Parroquial. Bueno, no creo que el Frente Popular tuviese ningún interés en que el órgano fuese “destrozado” por las manos delicadas y artesanales de un carpintero. El párroco, por el contrario, dice que hizo mucha propaganda por los socialistas y participó en la destrucción de imágenes religiosas. Suponemos que él vio a Isidro hacer mucha propaganda y destruir imágenes desde el pajar donde se escondía por indicaciones del Frante Popular. Benito Garrido, creemos que confunde el gremio o la colectividad de nuestro protagonista, pues como carpintero, más bien lo sería de la colectividad de su oficio, y no de zapateros, salvo que las suelas fueran de madera, que no es el caso para la época. Miguel Osuna, falangista foribundo, está tan acostumbrado a denunciar gente que siempre dice lo mismo cuando testifica. Es un autómata de la denuncia, y para él todos los “rojos” fueron milicianos voluntarios. Por el contrario, el Jefe de Falange, hombre ecuánime, contradice a todos y dice que ya pertenecía a la Casa del Pueblo con anterioridad al siempre “glorioso” Movimiento; aunque matiza, que no ha participado en hechos delictivos. ¿Cómo?, y ¡¡ la destrucción de imágenes, el órgano, los retablos, ... dónde está esa piromanía innata de todos los carpinteros!!.
En fin, “un caudillo, un dios y una patria”, aunque con distintas versiones.
Pese a todos estos informes, lo que realmente, en nuestra opinión, salvó a Isidro Valdivia Sánchez de pasar muchos años en la cárcel, no fueron éstos, si no el nombramiento de nuestro barbilampiño héroe de Rusia, el por entonces Alférez José Escobedo Ruiz, a la edad de 20 años, que se hace cargo de la causa como juez instructor, acompañado de su secretario Ramón León Chiachio. Por las acusaciones reflejadas en los informes, en esa época te caían seis años mínimo de reclusión mayor, pero en nuestro caso, y quizás a la “bondad” de nuestro futuro teniente, héroe nacional, Isidro tuvo la suerte de salir en libertad.
El 9 de marzo de 1940, José Escobedo firma el sobreseimiento de las actuaciones contra el detenido, al no haber indicios de comisión de delito alguno, y propone su libertad. Ésta es confirmada por el auditor de guerra el 15 de mayo de 1940, siendo puesto en libertad el 15 de junio de ese año.
Isidro pasó en la cárcel de Jaén un año y dos meses. Así era la nueva justicia del Caudillo.
FUENTES:
- Consejo de Guerra Sumarísimo contra Isidro Valdivia Sánchez. Archivo Militar Segundo de Sevilla.