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| Autoridades franquistas en la Porcuna de posguerra | 
Como decíamos anteriormente, Víctor Funes Pineda
 se convirtió en una verdadera pesadilla para aquellos que provenían de 
la zona republicana. La sed de venganza y el odio eterno hacia aquellos 
que él creía responsables de todas las desgracias familiares durante la 
contienda, lo convirtieron en el hombre más temido, y a la vez odiado de
 la localidad, que hasta el propio franquismo intentó olvidar no 
roturándole calle alguna, como había hecho con algunos de sus ancestros.
 Evidentemente no fue el único, pero resulta difícil comprender el 
omnímodo poder que llegó a tener en los primeros meses de posguerra; un 
poder que estaba por encima de la autoridad militar, del por aquél 
entonces primer juez instructor de la plaza, el teniente y abogado José Luis Amador Roldán; así como del resto de “autoridades”, como los Jefes Locales de Falange, los excautivos Salvador Gallo Aguilera, capitán retirado de caballería y Presidente de la Diputación de Jaén en 1940 y Javier Morente Garrido; el Secretario de FET, también excautivo, Alberto Barrionuevo López-Obrero; los alcaldes, Antonio Gallo Aguilera o el expreso Benito Garrido Palacios
 y demás poderes, incluidos los eclesiásticos. Solo la temida Guardia 
Civil, dependiente de la autoridad militar, aceptada las delaciones con 
la misma celeridad. A Víctor Funes nadie
 le puso freno, ni nadie puso de manifiesto sus abusos en esos primeros 
meses. Contó con la colaboración, el beneplácito y los medios 
necesarios, no sólo de las autoridades provinciales, sino de los 
terratenientes y caciques locales, que vieron en él un instrumento 
depurador contra la canalla marxista. Tampoco le faltaron matones del 
tres al cuarto para realizar el trabajo sucio. Así, entre los excautivos
 condenados por los Tribunales Populares de la República, se encontraban
 los antiguos pistoleros y lacayos del señoritismo o de la Falange 
porcunense, destacando por su crueldad en la represión personajes que 
han quedado fosilizados en la memoria colectiva de los vecinos de 
Porcuna, como Fernando Lupiáñez Ocaña, “El Vinagrero”, Matías Ruano Ortega, “El Municipal”, Benito Pérez Bellido, “Tranquilla”, Valeriano Párraga Quero, Ricardo Recuerda Millán, “Rabito Mona”, José Bermúdez López, “Pepón”, Tomás Aguilera Villa,
 conocido como “El Vizquillo” o “El Tambor”, y otros muchos al servicio 
de los vencedores. La crueldad de algunos de ellos con los prisioneros 
no tuvo límites. Así lo recoge por escrito un testigo que sufrió en sus 
carnes el presidio porcunense, Emiliano Rodríguez Garrote.
 Dicho salvajismo lo hemos confirmado también en las propias 
declaraciones de algunos de los verdugos o las víctimas en los 
expedientes sumariales de los consejos de guerra, siendo uno de los más 
explícitos y jugosos, documentalmente hablando, el abierto al que fuese 
secretario del ayuntamiento, Manuel Fernández García,
 del que luego hablaremos. Los malos tratos, las torturas y las muertes 
fueron tan frecuentes y sonados en la Porcuna posbélica, que hasta el 
propio juez militar, excombatiente durante la guerra y nada sospechoso de indulgencias, exigió a la gestora del Ayuntamiento el cese inmediato, primero de Matías Ruano Ortega
 y, segundo, del “Vinagrero”, como jefes del depósito carcelario. El 
cinismo histórico quiso que los dos fuesen unos de los primeros 
afiliados al PCE en Porcuna, cuando éste fue fundado en 1932 por el 
tosiriano y líder provincial comunista Cristóbal Valenzuela Ortega.
 El primero, pese a los atropellos cometidos, fue nombrado guardia 
municipal, ostentando importantes cargos policiales y de gestión 
consistoriales durante el franquismo; y al segundo, Fernando Lupiáñez Ocaña, ingresaría como guardia de campo, aunque su final fue al parecer trágico. El sustituto de éste sería José Moreno Vallejos, otro excautivo, que ostentó tan deplorable honor
 desde finales de septiembre de 1939 hasta el 9 de mayo de 1940, momento
 en el que es suplido por el Jefe de Policía de entonces, Ricardo Recuerda Millán, “Rabito Mona”, en un momento ya, donde la cárcel habilitada de Jesús había dejado de funcionar.
Continuará ... 

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